BOGOTÁ. JUNIO-91
El hacha clavada sobre el tronco puede verse de dos formas: la parte del hacha que se ve y la otra. Una es el amor y la otra, la muerte. Cada quien decide cuál es la muerte
Estaba en el último puesto de un autobús que atravesaría el país para llegar a Ciudad Inmóvil. Como los autobuses son trastos tan reales preferí mirar por la ventanilla y pensar en otras cosas. De la película El río que corre profundo, me había quedado flotando en una idea relativa a que quizá nunca podamos entender totalmente a alguien y menos a los más queridos pero podemos amarlos totalmente.
En mi opinión, amar a una persona quizá sea más fácil que entenderla pero mucho más peligroso porque el amor siempre duele. Uno puede tratar de entender a alguien pero no puede tratar de amarlo. El amor surge involuntario. El amor puede aumentar o bajar hasta diluirse pero no puede imponerse. A veces nos gustaría amar a determinada persona, incluso podemos comprobar que la persona tiene todos los atributos para que la amemos y no ocurre. Uno se acostumbra a cualquiera con mayor o menor trabajo pero acostumbrarse no es amar. No sé si pienso lo correcto o si mis ideas son absurdas pero tiendo a creer que el amor existe, que es una invención del hombre y que ahora está fuera de control. El amor más estúpido y delirante es el de una madre por el hijo pero al menos tiene un piso biológico. Pero pensar que te encuentras a una desconocida y al poco tiempo darías la vida por ella me parece inexplicable.
Mónica se había encerrado en un motel conmigo mientras su novio pasaba la noche en un hospital. Cierto que había telefoneado hasta saber dónde estaba y que no era grave pero no estuvo con él y nunca que recuerde se sintió culpable. Después me explicó que la cosa venía mal entre ellos, que estaba harta y deseaba algo más intenso. Se había ido al motel conmigo porque quería hacer algo loco y luego le parecí interesante y luego surgió el amor... Su punto de vista me pareció patético pero le seguí la corriente porque no la amaba y por ende no corría riesgo alguno. Mónica era buena pero incapaz de producirme amor. Si lo analizo en detalle, ella tenía más de lo que podía soñar y creo que eso era lo malo; para amar a alguien ese alguien debe tener lo justo. Un poco menos es insuficiente. Un poco más echa todo a perder. Eso ocurre porque amar es un arte de la misma índole que comer: un plato que no está en su punto puede calmar el apetito pero no satisface el gusto.
Hay gente que come para llenarse el buche y esos pueden vivir sin amor pero no sin compañía. Otros morirían de hambre antes que aceptar algo mal preparado. Estos últimos serán eternos solitarios a menos que den con la medida justa. Cuando se piensa en el amor las ideas no tienen consistencia y quizá por ello los grandes filósofos eludieron el tema pero aunque empalague es obvio que nuestra pequeña vida gira en torno a alguien que nos ha hecho felices idiotas o resentidos sabios. El autobús abandonó el terminal y se adentró a la autopista.
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