jueves, 3 de junio de 2010

1*

Luego de haber sumido este blog en un largo y profundo olvido me permito compartirles los cinco capítulos a mi parecer mas particulares y de algún modo sobresalientes de uno de mis libros favoritos: "Erase una vez el amor pero tuve que matarlo" por Efraim Medina.
En ésta cruel y realista pero interesante novela el autor deja entrever una mezcla agónica entre sufrimiento, dolor y añoranza originada por un sentimiento que seguramente nos ha competido a todos en algún momento, el Amor.
Así pues, lo que pueda transmitir cada capítulo lo dejo a criterio de cada quien. El orden en el cual están enumerados los capítulos es aleatorio y su manipulación no afecta de modo alguno el hilo natural de la historia.

1.

-CAPITULO 6-

EXTERIOR-TARDE
Sufro mucho al saber que no te has muerto



Sé que ahora mismo se la está metiendo, la está sobando, le está abriendo las piernas a 180 grados, le está hundiendo el alma. Sé que ahora mismo la está enganchando y ella no piensa en mí, ella no pide ayuda. Sé que ahora mismo le está mordiendo la punta de las tetas, le está dando lengua, le está chupando la sangre y ella no piensa en mí, ella no quiere llamar a la policía, ella goza, ahora mismo, ahora mismo. Sé que ahora mismo está borrándome más y más y ella no se acuerda de mí.

En ese local que ves allí, sí, al lado de la marquetería. En ese local tuvimos una sala de teatro. Allí soñamos y lo hicimos la primera vez, Éramos un grupo conflictivo pero compacto, todos siguen siendo mis amigos y a ella la perdí. Victor se casó. Cueto fue abandonado por Teresa (ella se fue a París y se enamoró de un francés), Pollo vive en Bogotá y pronto va a casarse. Yo escribía las obras. Una vez ella consiguió cincuenta sillas para una presentación, estaba radiante y la obra no estuvo mal. Se llamaba A media Voz pero la dejé tirada en algún lado. Perdí la obra, la perdí a ella, perdí el sentido y el deseo.

*No siempre fui bueno con ella, más bien era un hijoputa. La amaba tanto y no sabía qué hacer. En vez de darle lo que sentía, de llenarla con ese áspero amor, me lo tragaba. Es algo que todavía no entiendo: su amor me llegaba fácil, en cambio el mío no fluía hacia ella. Creo que su amor reprimía el mío. Ella y su amor formaban una sustancia espesa y mi amor y yo nos quedábamos atascados, entonces me volvía una furia y ella no podía entenderlo. La traté mal muchas veces porque estaba desesperado pero la quería más que a mi vida y cuando ella se fue mi vida se apagó.

Cuando supe que nunca más iba a tenerla enloquecí: Antes que pase un segundo habrás muerto cien mil veces, dice una frase del Corán y yo tuve que vivirla. No había dejado de amarme pero su amor estaba enfermo y no soportaba mi presencia. Vi todo el dolor en sus ojos, todas mis traiciones y mentiras, yo era la persona entre ella y yo, el rival imposible. Entonces, cuando ya no importaba, estalló mi amor: su amor enfermo no hacía resistencia y el mío fue hacia ella como un rayo pero ella estaba cerrada. Y mi amor se quedó conmigo y hubo gotas de sangre en mi silencio. Ella se alejó y yo entré al cuarto frío, el menos florido de todos los manicomios, y todavía no salgo.

Como no tengo a quién odiar lo odio a él, como no hay culpable lo culpo a él, como no hay enemigo le convierto a él en enemigo. Mi amor es sobrenatural, un pecado sin Dios, una telenovela sin fin, un nuevo comercial de margarina. Como a quien debo matar es a mí, mato el amor. Como soy el incendiario, el innombrable, lo nombro a él. Como no he podido explicarle a ella cuánto la amo, se lo explico al mundo.

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